11 Jul Sor Juana Inés de la Cruz: «Hombres necios» y la lucha por ser libre
Fue Sor Juana una mujer excepcional. Desde muy joven destacó en la corte virreinal y se convirtió en una de las mujeres más lúcidas e inteligentes de Nueva España. Sin embargo, La religiosa también se vio abocada a luchar por ser libre y, por ende, a reivindicar la (parcial) libertad de las mujeres de su época. Esta tesis fue defendida por Sor Juana en “Hombres necios”.
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De Juana Inés de Asbaje a Sor Juana Inés de la Cruz
Juana de Asbaje nació en 1651 en San Miguel de Nepantla, actual México. A temprana edad accedió a los libros que su abuelo había guardado durante años, convirtiéndose es una erudita autodidacta. Como consecuencia, desde muy joven llamó la atención de todos aquellos que la conocían. Así, cuando tras una breve estancia con familiares se adentró en la Corte, no tardó en sobresalir por encima de los hombres y mujeres que habitaban en el palacio virreinal.
Sin embargo, la condición de hija ilegítima (su madre, Isabel Ramírez, no estaba casada con su padre, Pedro de Asbaje) la perseguía allá por donde iba. De este modo, una mujer de la inteligencia de Juana de Asbaje no tardó en comprender que, en el caótico reparto de cartas que es la vida, un futuro con un matrimonio ventajoso no le había sido adjudicado. Arrastrando la etiqueta de “criolla ilegítima” allá por donde fuera, tan solo tenía dos opciones: ser amante de o ser monja. Lógicamente, Sor Juana escogería aquella que más libertad le otorgara o, al menos, la que ella considerase que así fuera.
La lucha por la emancipación
Siempre se ha dicho que el padre Núñez, confesor de Sor Juana, ejerció una notable influencia en la decisión de la joven de entrar en el convento. Aunque es evidente que Antonio Núñez de Miranda debió de influir, de algún modo, en la recién llegada, en la Carta de Monterrey, dirigida al mismo años después, Sor Juana no duda en echarle por cara que “ni en lo espiritual ni en lo temporal he corrido nunca por cuenta de VM”.
No obstante, y por mucho que Sor Juana proclame una y otra vez su libertad, la realidad fue bien distinta. Quisiera o no admitirlo, el hábito no terminó con la antigua tendencia de los varones, en este caso amparada por la institución eclesiástica, por controlar a las mujeres. Si alguna vez Juana de Asbaje, convertida ya en Sor Juana Inés de la Cruz, consideró la posibilidad de ser libre dentro del recinto conventual, en seguida comprendió que el poder de los hombres atravesaba las paredes de los espacios sagrados e, incluso, las mentes y voluntades de los poderosos.
La Carta Atenagórica, el comienzo de la polémica
Aunque tuvo varios encontronazos con su antiguo confesor, el padre Núñez de Miranda, la polémica más grande levantada por la religiosa tuvo que ver con la publicación de la Crisis de un sermón o Carta Atenagórica.
En 1690, aparece en Puebla la Carta atenagórica de la Madre Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa de velo y coro en el muy religioso convento de San Jerónimo de la Ciudad de México cabeza de Nueva España. Que imprime y dedica a la misma, Sor Filotea de la Cruz, su estudiosa aficionada, en el convento de la Santísima Trinidad de Puebla de los Ángeles. Así, una monja llamada Sor Filotea de la Cruz imprimió la Carta atenagórica de Sor Juana Inés.
En esta obra, Sor Juana refutaba uno de los discursos que el padre Vieira, considerado un erudito incuestionable en el mundo religioso, había pronunciado en Lisboa unos 40 años antes. Al igual que el portugués se basaba en fuentes bíblicas y religiosas, Sor Juana sostenía su razonamiento sobre argumentos de grandes padres de la iglesia, como San Agustín.
En esencia, no había nada nuevo en la publicación de esta obra. Los debates dentro del mundo religioso son tan antiguos y ricos como sus ramas y particularidades. El problema de la Carta Atenagórica, y la razón por la cual levantó un gran revuelo, residía en que la autora era, nada más y nada menos, que una mujer. Nadie, ni siquiera hombres eminentes como el padre Núñez, se habían atrevido a defender una tesis diferente a la del padre Vieira. Nadie salvo Sor Juana Inés.
Durante los siglos posteriores, los estudiosos y defensores de Sor Juana, entre ellos Octavio Paz, han catalogado la publicación de la Carta como el principio del fin de la religiosa. Un siglo más tarde, la polémica –que había atravesado mares y alcanzado la Península Ibérica- continuaba. El padre Feijoo, por ejemplo, fue especialmente duro con la criolla. No cabe menos que sonreír al pensar que sería otra mujer, Concepción Arenal, quien, en el siglo XIX, atacase al padre Feijoo en su Juicio crítico de las obras de Feijoo por las contradicciones de un religioso que, pese a defender la libertad individual por encima de todo, presentaba una sumisión absoluta frente a la Iglesia Católica.
En cualquier caso, Sor Juana Inés se defendió en su Respuesta. El tono es bien diferente al que tomó en la carta a su confesor Núñez. Ahora, Sor Juana comprendió que la protección virreinal le serviría de poco. Lo que estaba en juego era lo peor que podía perder la monja: su derecho a seguir aprendiendo.
¿Quién es Sor Filotea?
En su Respuesta, Sor Juana sostiene que la Carta atenagórica fue enviada a alguien que, tras coincidir en una reunión y tratar sobre el tema, le pidió la obra con el fin de leerla en privado. Años después, el editor de la Carta desvelaría la identidad de quien se escondía tras el pseudónimo de Sor Filotea y que, evidentemente, no era una monja del convento de la Santísima Trinidad.
Manuel Fernández de Santa Cruz, el obispo de Puebla, decidió publicar la obra de Sor Juana, dando comienzo de este modo a una polémica que duraría decenios. Pero ¿por qué lo hizo? Se ha especulado mucho acerca de los posibles motivos que movieron al religioso. Quizás el más plausible fue el de defender a Sor Juana ante el arzobispo de México, Francisco de Aguiar y Seijas, gran amigo de Vieira y enemigo acérrimo, no solo de Sor Juana, sino de cualquier mujer con ansias de aprender.
Fuera cual fuese el motivo, lo cierto es que Sor Juana comprendió que su poder, así como el amparo virreinal del que había gozado hasta el momento, tenían un límite. En su Respuesta, además de pedir permiso para seguir estudiando, Sor Juana defendió el derecho de las mujeres a aprender, defendiendo igualmente la escritura de sus versos no religiosos.
Sin embargo, esta obra no vería la luz durante la vida de Sor Juana. En 1695 la religiosa murió por una peste declarada en la ciudad, no sin antes haber vendido sus libros y haberse, de algún modo, rendido ante quienes siempre intentaron, por activa y por pasiva, que dejase de estudiar.
No obstante, y pese a sus limitaciones, Sor Juana dio un paso más en la lucha por la emancipación de la mujer, ya fuera a través de su Respuesta, negándose gran parte de su vida a aceptar órdenes, o mediante la escritura de ciertos versos, como “Hombres necios”.
Sor Juana y “Hombres necios”, la defensa de la mujer
“Hombres necios” de Sor Juana es una de las composiciones poéticas más interesantes de la religiosa. En ella, Sor Juana le da la vuelta a la crítica antifeminista, un tema arraigado en la literatura del siglo XVII. En el siguiente vídeo, analizo este poema, además de dar unas pequeñas pinceladas a los acontecimientos que llevaron a la erudita a escribirlo.
Bibliografía
- José Carlos González Boixo. “Feminismo e intelectualidad en Sor Juana”. Cervantes Virtual.
- Selena Millares. “La lírica de Sor Juana y el alma barroca”. Cervantes Virtual..
- Elvira González Fraga. “Sor Juana en la América de hoy”. Dialnet.
- Marie-Cécile Bénassy-Berling. “La lucha por la libertad en Sor Juana Inés de la Cruz” Dialnet.
- Marina Gálvez Acero. “La prosa de Sor Juana”. Dialnet.
- Jaime J. Martínez. “Sátira y burla en Sor Juana Inés de la Cruz”.. Dialnet.
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