Shakespeare, Cervantes y la locura

Como la fusión de dos culturas diferentes y contrapuestas en un mismo punto, Shakespeare y Cervantes representan dos puntos álgidos de la literatura en sus respectivas lenguas. Coincidieron en el tiempo, un cambio de siglo marcado por el advenimiento de un nuevo orden para el que muchas personas no estaban preparadas. Ambos consiguieron fama, si bien es cierto que Shakespeare gozó de una popularidad y economía más comparable a la de Lope de Vega y que a la de Cervantes. Pero, por muchos que los críticos hayan buscado y elucubrado durante siglos la posible coincidencia en un mismo lugar de los dos grandes genios de la literatura occidental (que me perdonen los clásicos), ni se conocieron ni, posiblemente, escucharon hablar mutuamente el uno del otro.

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Rumores infundados

Aunque se sigue indagando en la vida de Cervantes, hoy en día tenemos acceso a una serie de datos que nos permiten reconstruir la vida del Manco de Lepanto de manera más o menos fidedigna. Sus primeros años siguen siendo una nebulosa, aunque la situación que atravesaba la familia Cervantes permite aventurar los pasos que dio Miguel durante su adolescencia y juventud. A partir de ese momento, los registros oficiales, junto con sus propias obras, en las que incluye muchos elementos autobiográficos -especialmente su experiencia como soldado-, han guiado a los estudiosos. Por ello, podemos asegurar que, en contra de lo que muchos imaginaron, Cervantes no acudió a Inglaterra en ningún momento ni conoció a Shakespeare.

En el caso de Shakespeare, su biografía no goza de tanta claridad. Fue actor y director, y más tarde copropietario de la compañía Lord Chamberlain’s Men, la más conocida de la época. Y, aunque sus pasos han sido igualmente seguidos y espiados desde prácticamente su muerte en 1616, la sospecha de una posible coincidencia entre Cervantes y Shakespeare viene promovida por un vacío en la década de 1590, años en los que se desconoce dónde estuvo o a qué se dedicó el gran dramaturgo, más allá de su elaboración de poemas fechados.

Cardenio, la obra perdida

En la primera parte de Don Quijote de la Mancha (1605), Miguel de Cervantes recurre a la intromisión de pequeñas historias (novelas) que se entremezclan con la historia principal del caballero manchego y su escudero. Así, en Sierra Morena Don Quijote y Sancho se topan con un Cardenio atormentado por la pérdida de su amada, Luscinda, que ha contraído matrimonio con el segundo hijo de un poderoso noble, don Fernando. También en esas tierras se encuentra oculta Dorotea, mujer deshonrada y engañada por don Fernando que, tras conocer que este se ha casado con otra mujer, persigue a don Fernando para acabar disfrazada de pastor y oculta en Sierra Morena -con un intento de violación y asesinato en defensa propia incluido-.

La historia de Cardenio sirvió de fuente para varios artistas de la época, pues era un hábito común la referencia a otras obras o incluso las sucesivas continuaciones por parte de otros escritores (La Celestina, por ejemplo, gozó de una enorme popularidad y fueron numerosos los autores que prosiguieron con la historia). Pero entre ellos siempre llamó la atención la de Shakespeare, pues la realización de dicha obra venía a significar que el inglés habría leído y conocido la primera parte de Don Quijote de la Mancha. El Cardenio del inglés, sin embargo, se había perdido desde su representación, lo cual motivó que muchos llegasen a creer que ni siquiera había existido.

Actualmente se tiene constancia de que el socio de Shakespeare, John Heminges, pagó un impuesto en 1613 por la representación de seis comedias, entre ellas La historia de Cardenio. Otro de los datos que arrojan la existencia de esta obra es la que nos aporta el dramaturgo Lewis Theobald, quien publicó en el siglo XVIII Doble falsedad, asegurando que su adaptación se basaba en tres manuscritos incompletos escritos Shakespeare y Fletcher. Son esos manuscritos que sirvieron de fuente a Theobald los que han dividido a la crítica: por un lado, están los que creen que son la obra auténtica que escribieron en colaboración John Fletcher y William Shakespeare; por otro, los que necesitan de pruebas más sólidas para creer dicha versión. Entre ellos estaba un propio contemporáneo de Theobald, Pope, erudito de Shakespeare, quien atacó duramente a su coetáneo por adjudicar esa obra al gran dramaturgo inglés.

Portada de la obra de Shakespeare y Fletcher
‘Historia de Cardenio’ editada por Rey Lear

En cualquier caso, parece confirmarse que Shakespeare se basó en una historia de Cervantes -que también adaptaron otros dramaturgos, como Guillén de Castro. En cuanto a su colaboración con John Fletcher, ambos dramaturgos trabajaron juntos en varias obras, como Enrique VIII. Pero, ¿por qué la historia de Cardenio, precisamente criticada por muchos coetáneos de Cervantes por romper con el hilo argumental del Quijote, obtuvo tanto éxito en el teatro nacional e internacional?

Shakespeare y Cervantes: la locura como tema

Con Cardenio, Cervantes prosigue con el tema que marca el Quijote: la locura. Sin embargo, en la novela del exsoldado asistimos a una locura parcial que, si bien se da en el ámbito caballeresco, escapa a otras parcelas de la vida de Don Quijote, como puede ser su defensa de la libertad de la mujer. Debido a ello, muchos críticos -como Torrente Ballester– consideran que asignar la etiqueta de “loco” a Don Quijote es una falacia nacida del simplismo, pues en realidad se trata de un personaje cuerdo que se fuerza a sí mismo a tal estado para poder escapar de su monotonía.

Con Cardenio Cervantes nos sitúa ante la misma paradoja. Tanto en la obra del español como en la de Shakespeare y Fletcher, Cardenio, incapaz de asumir una realidad que se le presenta como insoportablemente dolorosa, escapa a las montañas y sufre ataques de locura violentos. No le ocurre así a Dorotea que, tanto en su versión original como en la adaptación, es consciente de su situación de inferioridad en su conflicto con Fernando -otro guiño de Cervantes a la fortaleza de las mujeres-.

Shakespeare ya había tratado el tema de la locura en sus últimas obras (El Rey Lear, El cuento de invierno). No debemos olvidar, por lo tanto, que tanto los personajes del soldado como los del dramaturgo son, en muchas ocasiones, incapaces de afrontar los hechos reales y sus dolorosas consecuencias, lo cual les expulsa violentamente del mundo de la cordura.

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