Ovidio y el Arcipreste de Hita (I): de la teoría a la práctica amorosa

Que la conquista es un arte que precisa de pasos, independientemente de cuáles sean estos o quién deba darlos, es una idea bastante extendida en la actualidad. Que dicho arte sea dominado correctamente, es otro tema. Ya en el siglo I a.C., Publio Ovidio Nasón escribió su Ars Amatoria o Arte de amar, una obra escandalosa que habría de proporcionar el molde a otras obras igual de escandalosas. Así, más de 1.300 años después de Ovidio, el Arcipreste de Hita escribiría otra obra de temática amorosa,el Libro de buen amor, que, como la primera, causaría estupor y admiración a partes iguales.

Ambas composiciones comparten numerosos rasgos. No en vano, Juan Ruiz se declaraba un orgulloso discípulo de Ovidio, un autor al que leyó con cautela y al que citó abiertamente en su poesía. A Ovidio imitó en temática, parodia e incluso en consejos, ya que ambos coincidían en los pasos que los jóvenes de su tiempo debían seguir para salir airosos en sus conquistas. No obstante, y como consecuencia de sociedades diversas con modos de pensar antagónicos, Ovidio y el Arcipreste de Hita diferían en algunas cuestiones, especialmente en aquellas referidas a las infidelidades dentro del matrimonio.

Índice del contenido

OVIDIO Y EL ARCIPRESTE DE HITA: MAESTRO Y DISCÍPULO

Ovidio, el poeta del amor

En el año 43 a.C., tan solo 43 años antes del nacimiento de Jesucristo, nació el poeta y dramaturgo latino Ovidio. Fue este un poeta de renombre, autor de Las metamorfosis, Heroidas, Tristes o Medea, entre otras, pero también de composiciones que muchos consideraron, ya desde su inicio, escandalosas y reprobables, como el Arte de amar o Amores.

Ovidio

Por azares del destino, Ovidio vino a nacer en una época en la que la moral y el buen comportamiento resurgían en Roma. Tras los caóticos años finales de la República, Augusto se propuso que la sociedad romana recuperase su época de esplendor, lo cual equivalía a mejorar las costumbres sociales e imponer un comportamiento digno y respetable entre los romanos.

Entre otras, el primer emperador perseguía recuperar la imagen de un pueblo decente, guerrero y numeroso. Para ello debía promover la natalidad entre las mujeres romanas y, sobre todo, impedir prácticas como el adulterio. No es de extrañar, por tanto, que la obra de Ovidio, Arte de amar,no solo no gustase al emperador, sino que fuera considerada como una obra peligrosa para los intereses del Imperio.

Como consecuencia, el poeta fue condenado al destierro en el año 8 d.C., dejando su tierra y marchando a Tomis, actual Constanza (Rumanía). Se desconocen las razones que motivaron dicho destierro, el cual respondía a una decisión individual del propio emperador. No obstante, para Ovidio supuso un duro golpe y, a sus ojos, una de las peores condenas a las que puede someterse a un ser humano: el ser expulsado de su lugar de origen.

Juan Ruiz, arcipreste y lector de Ovidio

A diferencia de lo que ocurre con el poeta latino, Juan Ruiz es un personaje enigmático para la historiografía, pues apenas se ha conservado información alguna sobre él. Su obra constituye el principal soporte para conocer al autor, ya que esta se difundió y superó la erosión del tiempo desde que unas manos le dieran forma (y otras muchas la copiasen) en la primera mitad del siglo XIV.

Los manuscritos que han llegado hasta la actualidad son tres (fechados entre 1330 y 1343) y, de hecho, han dado lugar a numerosas teorías. Entre ellas, una de las más polémicas está relacionada con la supuesta estancia en prisión del Arcipreste. Pero este misterio tan solo es uno más que, junto con los ya existentes, vienen a dar forma a una figura tan inquietante y fantasmagórica como la de Juan Ruiz.

El Libro de buen amor o, mejor dicho, Libro del Arcipreste de Hita (pues así se llamó hasta que Menéndez Pidal alterase su nombre en el siglo XX) es una de las grandes obras de la literatura española medieval. Nada se sabe de su concepción y autoría salvo lo que en la misma obra se afirma: que fue escrita por Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, para luchar contra el loco amor y defender el buen amor.

Arcipresde de Hita

Dada la valentía de publicar una obra similar a la de Ovidio (a quien, recordemos, su obra le costó el destierro en el siglo I d.C.), muchos investigadores consideraron durante mucho tiempo que Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, era tan solo un seudónimo tras el que se ocultaría otro autor, evitando de ese modo cualquier reproche hacia su persona. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX Francisco J. Hernández vino a demostrar que existió un Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, en 1330, pues a las manos del investigador fue a parar un pleito entre el cabildo toledano y los clérigos de Madrid en el que se mencionaba explícitamente el nombre de Johannes Roderici archipresbitero de Fita; o, lo que es lo mismo, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

Existiese o no Juan Ruiz, el autor del Libro de buen amor vivió en la primera mitad del siglo XIV, aunque pudo nacer en la segunda mitad del siglo XIII. A diferencia de lo que le ocurrió a su maestro de las artes amatorias, gozó de cierta “libertad” dentro de Castilla, pues todavía tardaría tiempo en imponerse el fanatismo religioso propio del siglo XV (y con él, el olvido y el desprecio hacia otras culturas y creencias). Por ello, en las páginas del Libro de buen amor encontramos puntos similares a los de Ovidio: la defensa del amor carnal (siempre que se produzca dentro de los límites del buen amor), la libertad de movimiento y la ausencia de racismo (este último punto cogido con pinzas, pues el público al que ambos autores se dirigían no incluía a todos los estamentos).

Además, el autor fue un fiel admirador y seguidor de Ovidio, a quien leyó con detenimiento y de quien extrajo algunas enseñanzas para su obra. Y, al igual que le sucedería a Ovidio, su obra sería perseguida (especialmente en los siglos venideros) y, como consecuencia de esa prohibición, sus versos serían más leídos y difundidos que los de sus contemporáneos.

SIMILITUDES ENTRE EL ARTE DE AMAR Y EL LIBRO DE BUEN AMOR

Las coincidencias entre Ovidio y el Arcipreste de Hita dan cuenta de una realidad: los seres humanos, independientemente de la época en la que vivamos, compartimos preocupaciones, vivencias y problemas semejantes. Todo ello parece concretarse de manera especialmente interesante en el arte amatorio, espacio compartido en el que las personas, hombres y mujeres, enfocamos grandes esfuerzos y esperanzas.

Aunque entre ambas obras también existen diferencias notables (por ejemplo, el Arcipreste introduce fábulas y oraciones entre sus consejos amatorios), el Arte de amar y el Libro de buen amor coinciden en contenido y forma. Así, tanto el Arte de amar como el Libro de buen amor están escritos de manera autobiográfica, una técnica que, además de aportar credibilidad a la historia narrada, permite al autor conectar directamente con sus lectores, a quienes aconseja sobre las artes amatorias.

En lo que al contenido de las obras se refiere, tanto Ovidio como el Arcipreste de Hita dirigen consejos a hombres y a mujeres, si bien es cierto que los consejos dirigidos al público femenino están menos trabajados y son menos interesantes, pues sus enseñanzas refuerzan el papel pasivo de la mujer (que, como veremos, siempre es objeto conquistado, nunca sujeto que conquista).

LA PRÁCTICA AMOROSA: CONCEPTOS BÁSICOS

  • El amor es un arte

Ambas obras arrancan con la misma afirmación, base sobre la que se sustenta el contenido: el amor, en contra de lo que muchos ignorantes creen, es un arte. Como arte, en el amor operan reglas, y todo aquel que conozca estas reglas y sepa exprimirlas, triunfará en el arte del amor:

El arte impulsa con las velas y el remo las ligeras naves, el arte guía los veloces carros, y el amor se debe regir por el arte.

En el Libro de buen amor esta teoría se expone una vez iniciada la historia, cuando el protagonista (el Arcipreste) ha sufrido varios varapalos amorosos. De este modo, el Amor se presenta ante el protagonista y le increpa:

Quisiste antes maestro que discípulo ser,

no conoces la maña que tienes que aprender;

escucha mis consejos y sabrás bien hacer,

conseguirás la dueña, sabrás otras tener.

  • Paciencia

Es bien sabido que el amor cortés gozó de gran popularidad en la Edad Media y alcanzó su máximo apogeo en el Renacimiento. Sin embargo, dicha eclosión supuso el florecimiento de unas semillas que habían sido sembradas y regadas a lo largo de los siglos. El Arte de amar y Libro de buen amor son ejemplos de ello, aunque lógicamente existan diferencias en la concepción amorosa de cada siglo.

En cualquier caso, la idea de sometimiento a la amada y la presentación del enamorado como un ser sumido y paciente están presentes en Ovidio y el Arcipreste, aunque ambos autores coincidan al señalar que pueda tratarse únicamente de una máscara. Por ejemplo, Ovidio recuerda a su lector que “no perderás nada en que ella crea ejercer sobre ti un dominio absoluto”:

Si fuese dura y un tanto esquiva a tus pretensiones, paciencia y ánimo: con el tiempo se ablandará.

El Libro de buen amor contiene la misma idea. No obstante, para el Arcipreste de Hita no se trata de engañar o fingir, sino de un paso necesario para obtener el amor de la enamorada:

Sírvela, no te enojes; sirviendo, el amor crece;

el servicio en el bueno ni muere ni perece

(…) el grande trabajo todas las cosas vence.

  • Sumisión

Paciencia y sumisión son dos caras de una misma moneda y, de hecho, está sumisión derivará en el amor cortés renacentista y la femme fatale o dame sans merci. Así lo transmite Ovidio a sus lectores:

¿Reprueba ella una cosa?; repruébala tú y abálala si la alaba; lo que diga, repítelo, y niega aquello que niegue, ríete si se ríe, si llora haz saltar las lágrimas de tus ojos, y que tu semblante sea una fiel copia del suyo.

Por su parte, el Arcipreste de Hita se refiere al agradecimiento de todo lo que la enamorada haga por el enamorado:

Agradécele mucho lo que ella por ti hiciere:

ponlo en mayor aprecio de cuanto ello valiere,

y ni seas mezquino en lo que te pidiere

ni tampoco porfíes en lo que dijere.

LA ELECCIÓN DE LA AMADA

Por muy liberales que sean en sus planteamientos, es evidente que tanto Ovidio como el Arcipreste de Hita están sumidos en sociedades patriarcales (no entraremos en demasía en este tema, ya que se trata de autores del siglo I y del siglo XIV, respectivamente). En cualquier caso, la mejor virtud de la mujer es, para ambos, la belleza, y ambos poetas resaltan el engaño al que pueden ser sometidos los sentidos en ciertos contextos. Por ejemplo, Ovidio recomienda no confiar en la belleza vista durante la noche, pues “la luz engañosa de las lámparas”, unida a “la noche y el vino” afectan “al juicio sobre la belleza”.

Por su parte, el Arcipreste de Hita recomienda a sus lectores obtener una descripción certera de la amada y verla, si es posible, lo más cerca posible y sin demasiadas prendas, pues ello permitirá conocer su verdadera figura.

LA PRESENTACIÓN ANTE LA AMADA

Si bien es cierto que el aspecto físico de la mujer es, para ambos autores, importante, no lo es menos que los dos poetas recomiendan a los lectores masculinos cuidar su aspecto físico y su comportamiento ante la enamorada.

  • Cuidado físico

El aspecto físico juega un papel determinante en la elección de un amante u otro. Tanto para Ovidio como para el Arcipreste, la higiene es un punto crucial que debe cuidar todo hombre enamorado y, de hecho, el protagonista del Libro de buen amor será rechazado en varias ocasiones por este motivo (en realidad, y todo sea dicho, las mujeres del libro se quejan de su olor).

Las diferencias entre ambas culturas pueden observarse en la presentación del amado frente a la amada. Por ejemplo, Ovidio destaca la mezcla entre hombre guerrero y pulcro ciudadano romano:

Preséntate aseado, y que el ejercicio del campo de Marte solee tu cuerpo envuelto en una toga bien hecha y airosa.

Sea tu habla suave, luzcan tus dientes su esmalte y no vaguen tus pies en el ancho calzado; que no se ericen los pelos mal cortados, y tantos estos como la barba entrégalos a una hábil mano.

La Edad Media, sin ser todo lo sucia que muchas personas consideran, no alcanzó el nivel de cuidado personal de la antigua Roma. Quizás por ello, en el Libro de buen amor se hace hincapié en el tema de la higiene, pues el amante debe ser “como la paloma, muy limpio y mesurado”.

  • Elocuencia

Tan importante como la presentación física es el modo de comunicarse con la amada. El poeta latino recomienda que el rostro no transmita intranquilidad y, en caso de remitir alguna nota escrita, esta posea un estilo claro y llano:

Sea tu razonamiento sencillo, tu estilo natural y a la vez insinuante, de modo que imagine verte y oírte al mismo tiempo.

Por su parte, el Arcipreste apuesta por una sencillez en el trato, con un estilo natural:

En todas tus acciones y en tu habla natural,

escoge la mesura y lo que es general;

pues como mesura es todo principal,

así, sin la mesura, todo parece mal.

  • Alabanzas a la amada

Todo encuentro con la amada debe ser aprovechado por el enamorado para transmitir la sumisión propia del amante. En la práctica, ello supone alabar la belleza de la amada (objeto de conquista) y sus atributos:

Prodiga sin vacilación tus alabanzas a la belleza de su rostro, a la profusión de sus cabellos, a sus finos dedos y su pie diminuto.

Por su parte, el Libro de buen amor recoge la misma idea:

(…) cuando con dueña hables, di requiebros apuestos;

hermosos galanteos ten, para decir, prestos;

háblale suspirando, ojos en ella puestos.

CÓMO ACERCARSE A LA AMADA

El saber acercarse a la amada es importante y no siempre sencillo. Ovidio, quien no tiene impedimento en mantener relaciones con mujeres casadas siempre y cuando sea consentido, recomienda acudir a lugares comunes (foro, circo, paseos, etc.), buscar a la amada y mantenerse cerca. Por su parte, la sociedad del Arcipreste es más puritana y sus encuentros son más complejos, por lo que acudir a un intermediario es indispensable.

  • Compinche femenino

Si bien es cierto que tanto Ovidio como el Arcipreste de Hita consideran que es preciso contar con un compinche en la conquista, difieren en quién debe ejercer ese papel. Mientras que Ovidio apuesta por alguna amiga que encubra a la enamorada (especialmente si esta es casada) o a la fiel sirvienta, Juan Ruiz recomienda alejarse de las sirvientas (que pueden traicionar al enamorado) y encontrar alguna parienta o trotaconventos.

  • No confiar en los amigos

Con más de 1.300 años de diferencia, tanto Ovidio como el Arcipreste de Hita coinciden al rechazar tajantemente la intervención de un amigo varón. Para ambos autores, los amigos pueden traicionar y acabar por conquistar a la mujer deseada (recordemos una vez más que la mujer es, en ambas obras, objeto de conquista).

Ovidio transmite esta idea del siguiente modo en el Arte de amar:

(…) es peligroso ensalzar a la que amas en presencia del amigo, como estime merecidas tus alabanzas, trata de quitártela.

Por su parte, en el Libro de buen amor el Arcipreste experimenta en primera persona ese peligro, pues el mensajero e intermediario, Fernando García, acaba por conquistar a Cruz, la Panadera:

Le ofreció, por mi consejo,

mi trigo, que ya era añejo,

y él le regaló un conejo,

¡el traidor, falso, marfuz!

OBSEQUIOS Y PROMESAS

En lo que al arte de la conquista se refiere, Ovidio y el Arcipreste apuestan por alabar, obsequiar y realizar promesas a la amada. En este punto, al igual que ocurre en otros, Ovidio se muestra más reticente y menos sincero que el Arcipreste. No obstante, ello tiene una explicación sencilla, y es que el Arcipreste defiende en “buen amor” a lo largo de toda su obra (lo que para nosotros, en el siglo XXI, serían relaciones de noviazgo o monógamas), por lo que sus consejos van dirigidos a aquellos que buscan afianzar lazos duraderos. Por su parte, Ovidio escribe para todos los seguidores del amor, tanto para quienes buscan relaciones más esporádicas como para quienes se encuentran realmente enamorados.

  • Obsequios a la amada

Tanto Ovidio como el Arcipreste de Hita recuerdan la importancia de otorgar regalos a la amada. No obstante, el poeta latino no era partidario de hacer regalos especiales y costosos, pues para él muchas mujeres “se niegan a la devolución” de lo que reciben. Así, y dado que para Ovidio el amor no tenía por qué ser duradero, este apostaba por pequeños obsequios que, más que el coste que suponían, brindaban una oportunidad de contacto:

No te incito a dar ricos presentes a tu amada, sino modestos y que los haga valiosos la oportunidad.

El Arcipreste también recomendaba los regalos, aunque en su caso dependía de cada persona: “de tus joyas hermosas dale las que pudieres”. En caso de no querer o tener joya alguna que regalar, el Arcipreste recomendaba recurrir a las promesas.

  • Promesas

El amor no solo debe basarse en el presente, en aquello que se tiene y se posee. El ser humano, como ser insatisfecho, siempre busca nuevos horizontes. Por ello, las promesas juegan un papel importante en la conquista. Así lo afirma Ovidio:

No economices el prometer, que al fin no arruina a nadie, y todo el mundo puede ser rico en promesas. La esperanza acreditada permite ganar tiempo.

La misma idea recoge el Arcipreste, aunque él se refiere específicamente a las promesas de joyas:

(…) promete, ofrece mucho, aunque no se lo dieres;

se te confiará luego y hará lo que quisieres.

ATRIBUTOS QUE DEBE TENER EL ENAMORADO

Si bien es importante saber comportarse delante del amado, también lo es poseer unos atributos tanto en presencia como en ausencia de la enamorada.

  • Valentía

Dentro de los atributos masculinos que, según estos autores, son valorados por las mujeres, la valentía es uno de los más importantes. Para Ovidio, las enamoradas deben observar “el ejercicio del campo de Marte” en quienes las pretenden. Para el poeta latino el arte de la conquista está fundado sobre pequeños actos valientes, como arrebatar el vaso a la amada y beber por el mismo lado que esta ha bebido, ganarse al esposo de la misma o incluso entrar en la casa de la susodicha (eso sí, la atracción y el consentimiento deben ser mutuos):

Si en tu casa te niegan un acceso fácil y seguro y se te opone la puerta asegurada con el cerrojo, resbálate sin miedo por el lecho o introdúcete furtivamente por la alta ventana.

Como se ha comentado, el amor del Arcipreste es menos esporádico (y, por cierto, Juan Ruiz traza una línea roja en los matrimonios, en los que nunca interferiría). Por ello, el Arcipreste se refiere a una valentía más realista:

Cuando a un hombre cobarde lo ve cualquier mujer,

dice luego entre dientes: “Yo me he de defender”.

Con mujer no te cubras ni quieras envolver;

cuando haga mucho frío, semeja no tener.

  • Discreción

Aunque el concepto de la honra como tal todavía no existía (en los Siglos de Oro formaría parte de la personalidad colectiva), en las épocas de Ovidio y del Arcipreste el enamoramiento de una mujer y su entrega sin reservas podía suponer, como es lógico pensar, una mancha (aunque dependía de las circunstancias de cada caso).

Por ende, ambos autores mencionan de manera explícita la discreción como una de las mejores virtudes de los hombres. Para Ovidio, “nada se paga a tan alto precio como el placer de que las sepa todo el mundo”, pues el amor es una cuestión que concierne a dos personas.

El Arcipreste ahonda en esta cuestión cuando recuerda que “lo que hiciere por ti, en secreto guardad”:

Pues si mucho te callas hará mucho por ti;

donde hallé discreción con buen gusto viví,

con el hombre chismoso nunca me entremetí,

a muchos de las dueñas por eso desuní.

  • Atención por la amada

Como se ha comentado, el amor precisa de sumisión, paciencia, alabanza o incluso obediencia (cosa diferente es que dicha obediencia sea real o no). En cualquier caso, la enamorada debe sentirse única, por lo que los modos de comportarse deben adaptarse a la susodicha.

En este sentido, Ovidio recomienda que, en caso de contar con más de una relación, cada mujer sea tratada de manera única. Por su parte, el Arcipreste, que apuesta por relaciones monógamas, aconseja no alabar a otras mujeres:

No le alabes a otra, aun de buen parecer,

pues al punto le harás por ello entristecer;

pensará que a la otra quieres antes vencer,

podría tal pretexto tu pleito entorpecer.

COMPORTAMIENTOS QUE DEBE EVITAR EL ENAMORADO

  • Alcoholismo

Los estragos del alcohol son matizados tanto por Ovidio como por el Arcipreste de Hita con más de 1.300 años de diferencia. Ambos coinciden en que un poco de vino no es perjudicial, pero sí que lo es el exceso de bebida. No obstante, para el romano simular un estado de embriaguez puede ayudar al enamorado:

La embriaguez verdadera perjudica, y cuando es fingida puede ser útil (…) 

El Arcipreste ahonda más en esta cuestión, pues recomienda “poco vino beber” y narra varias historias en las que el alcohol ha ocasionado profundos daños y, sobre todo, irreparables pecados. En este sentido, no se puede olvidar que el Arcipreste, Juan Ruiz o no, fue alguien perteneciente a la Iglesia, por lo que el exceso de alcohol abre la puerta a numerosos pecados:

Los hombres embriagados en seguida envejecen,

pierden la color suya, sécanse y enflaquecen,

hacen muchas vilezas, todos los aborrecen;

a Dios ofenden mucho, en vida desfallecen.

  • Violencia

La participación del amado en peleas y reyertas es uno de los comportamientos que más eficazmente pueden alejar a una enamorada del objeto de su amor. Ovidio aconseja huir de ciertos escenarios, especialmente de “las reyertas que provoca el vino”. Asimismo, el Arcipreste recuerda que “quien mucho se alaba de sí, es denostador”.

  • Celos

Si hay una línea roja que no se debe pasar, esa es la de los celos. Para Ovidio, los celos no parecen tener justificación en ningún escenario, pues “rompen los más firmes lazos, las uniones venturosas”. Por lo tanto, “el hombre cauto no debe provocarlos jamás”.

Por su parte, el Arcipreste de Hita matiza los celos de Ovidio y se refiere a “mujeres cuerdas”, dando a entender que existen unos celos justificables. Por ello, Juan Ruiz se refiere a aquellos que “carecen de pruebas” o afectan a “mujeres cuerdas”:

No seas maldiciente ni seas envidioso.

Con la mujer que es cuerda nunca seas celoso:

si careces de pruebas, no seas rencoroso;

no seas de tus bienes pedidor codicioso.

DISCREPANCIAS ENTRE LOS AUTORES

Pese a todo lo anterior, Ovidio y el Arcipreste difieren en ciertos puntos, especialmente en aquellos relativos a las relaciones abiertas o los matrimonios. Así, el romano se refiere a la seducción de las sirvientas, la amistad con los maridos de la enamorada o el mantener varias amantes al mismo tiempo. Por su parte, el Arcipreste apuesta por relaciones monógamas y, en sus conquistas (que nunca se dan al mismo tiempo), no sobrepasa la línea del matrimonio, pues sería pecado.

Además, ambas obras no se dirigían a un público general. Ovidio excluye a las castas o a las vírgenes, mientras que el Arcipreste concibió su obra para religiosos y religiosas. De igual modo, las partes dedicadas a las mujeres son, en ambos casos, limitadas y se dedican a prevenir sobre las artes de los hombres y no dejarse embaucar por ellos.

En cualquier caso, tanto Ovidio como el Arcipreste de Hita aseguraban que, siguiendo sus consejos, se podía conquistar a cualquier mujer o, por el contrario, prevenirse de cualquier hombre. Por ejemplo, en el Libro de buen amor el yo poético increpaba al lector: “si tú guardar supieres esto que te digo, puerta abrirá mañana quien hoy cierra el postigo”. Por su parte, para Ovidio, “el que ame con prudencia y siga los preceptos de mi arte, saldrá victorioso y alcanzará cuanto se proponga”.

No en vano, ambas obras fueron consideradas peligrosas para la moralidad de la época (una moralidad que, por cierto, es más elástica y versátil de lo que cabría esperar). Sin embargo, y pese a las numerosas prohibiciones, los dos autores gozaron de gran éxito y, pese a los intentos por parte de algunos de eliminar y perseguir sus versos, ambas obras resistieron a la erosión del tiempo y han llegado hasta la actualidad.

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