La rivalidad entre Góngora y Lope: cronología de un desencuentro

Góngora y Lope de Vega son dos de los escritores más importantes de la literatura universal. Ambos poetas contaron con un séquito de seguidores fieles, los cuales sacaron toda su artillería para defender la poesía de uno y desprestigiar la del otro. Siempre se ha hablado de Góngora contra Lope, dando por sentado que Góngora fue siempre el artífice de todos los ataques. Sin embargo, tanto el cordobés como el madrileño siguieron de cerca las publicaciones del otro, las noticias sobre su escritura y, por supuesto, la vida privada de su adversario.

Índice del contenido

Góngora y Lope de Vega: dos mundos, dos poéticas

Luis de Góngora (1561-1627) y Lope de Vega (1562-1635) nacieron prácticamente en el mismo año. La niñez y adolescencia de ambos tuvo lugar durante la última fase del reinado de Felipe II (el cual duró hasta 1598, cuando tomó el relevo Felipe III). Pese a ello, las condiciones socioeconómicas de ambos eran diferentes, algo que repercutió en la manera de ser de cada escritor.

Luis de Góngora, biografía corta

Luis de Góngora y Argote nació y vivió sus primeros años en Córdoba, un importante foco económico y cultural. Perteneciente a la nobleza urbana, tanto la familia paterna de Góngora como su rama materna gozaban de una buena situación social. Su padre ejercía como juez de bienes confiscados por la Inquisición, mientras que su madre era pariente lejano del mismísimo rey.

Pese a ello, la familia no destacaba por su economía, razón por la cual Góngora, por consejo de un tío materno, optó por recibir órdenes religiosas menores a los 16 años. Sabemos que el futuro poeta no tenía vocación para la vida religiosa. Hasta la actualidad han llegado cartas de sus superiores, como la del obispo Francisco Pacheco, en las que estos amonestan a un joven Luis por sus entretenimientos lúdicos. Entre otros, Góngora siempre acudió a los toros, fue muy dicharachero y jugaba a las cartas en las tabernas, aficiones que conservaría durante toda su vida y de las que, todo sea dicho, no se arrepentía en exceso.

En Madrid se granjeó fama de ingenioso. Algunos de los poemas cortos de Luis de Góngora, que en muchas ocasiones hacía circular por la corte de manera anónima, fueron motivo de risas y entretenimiento continuo. Dedicó muchos a sus amigos, pero especialmente a sus enemigos. Entre ellos, Lope de Vega fue uno de sus principales opositores, pero no el único.

Lope de Vega, biografía corta

A diferencia de Góngora o Quevedo, Lope de Vega provenía de cuna humilde, algo que sería motivo de mofa entre sus coetáneos. Su padre era bordador y, según sabemos, contó con una vida amorosa tan entretenida como la del hijo. Si creemos a Lope, su madre habría perseguido a su padre cuando este se fugó con una de sus amantes, aunque todo habría acabado en final feliz (al menos para la familia, que no para la amante).

En cualquier caso, Lope recibió una educación esmerada entre los jesuitas de Madrid, de quienes conservó buenos recuerdos. Desde muy joven dejó impresionados a sus maestros, y por ello ganó fama en los círculos culturales de la corte. Con la irrupción de su teatro, Lope de Vega se convirtió en el primer escritor en sostenerse económicamente con su propio trabajo. Entre las obras de Lope de Vega, su Arte nuevo de hacer comedia es prácticamente un ensayo en el que expone la teoría que sustenta su modus operandi teatral.

No obstante, su éxito no supuso la admiración de todos sus coetáneos. Mientras que algunos de los grandes poetas, hombres y mujeres, se rindieron a sus pies (Quevedo, Tirso de Molina, Luisa Sigea…), otros no terminaron de aprobar su teatro (fue el caso de Cervantes o, especialmente, Góngora). Además, la vida privada del madrileño no fue todo lo privada que el dramaturgo hubiese querido, y los rumores de Lope de Vega y el amor que mantenía con ciertas mujeres, algunas de ellas casadas, fueron uno de los puntos débiles que sus enemigos aprovecharon para desacreditar al “fénix de los ingenios”.

Toledo y Córdoba, poéticas enfrentadas

lope y gongora frente a frente

A las discrepancias personales que surgieron entre ambos poetas se unieron los rifirrafes literarios. Uno de los mayores estudiosos de la disputa entre Góngora y Lope, Emilio Orozco, recuerda en su obra, Lope y Góngora, frente a frente, las dos visiones contrapuestas que ambos representaban.

Góngora, como hijo de una familia perteneciente a la nobleza urbana, siempre defendió una visión conservadora de la literatura. Al ser andaluz, con los años reforzó su andalucismo, que fusionó con un estilo complejo encaminado hacia la creación de un lenguaje poético o, lo que es lo mismo, una concepción elitista de la literatura.

Por el contrario, Lope de Vega dedicó gran parte de sus escritos, especialmente su teatro, al pueblo llano, estamento al que pertenecía y entre el que se sentía cómodo. Su lenguaje es sencillo, lo cual no es sinónimo de vulgar o poco trabajado. Lope podría enmarcarse dentro de toda una corriente literaria que aboga por transmitir conceptos complejos con formas comprensibles, siguiendo a poetas como Jorge Manrique en el siglo XV. A pesar de ello, Lope siempre buscó la aceptación de aquellos que lo consideraron inferior, como Luis de Góngora.

Lope de Vega vs Góngora: principales desencuentros

Durante algún tiempo se pensó que la rivalidad entre Góngora y Lope de Vega había surgido en edad adulta, cuando Lope de Vega comenzó a publicar obras enmarcadas dentro de la “poesía culta” y Góngora dio forma a sus Soledades y Polifemo y Galatea. Sin embargo, Emilio Orozco demostró que ya de jóvenes ambos parecían destinados a la enemistad.

Choques de juventud

Uno de los primeros conflictos entre Góngora y Lope de Vega de los que tenemos constancia está relacionado con el romance de Lope “Ensíllenme el potro rucio”. Este romance morisco (de temática amorosa) cobró fama entre la gente de Madrid, que lo recitaba por las calles y repetía sus versos de boca en boca. Y es que Lope de Vega se convirtió en todo un influencerdel siglo XVII, una especie de Ken Follett con tantos admiradores como detractores.

En cualquier caso, el romance de “Ensíllenme el potro rucio” contenía, entre otros, los siguientes versos:

Acuérdate de mis ojos,

Que muchas lágrimas vierten,

Y a fe que lágrimas suyas

Pocas moras las merecen.

Góngora no pudo dejar pasar la ocasión de satirizar esta composición, y en poco tiempo hizo circular su propio romance, mucho más frío y paródico (spoiler: Góngora, por lo general, era un hombre bastante contrario a sentimentalismos y no dudaba en reírse de los enamorados, cuya conducta no comprendía). El romance de Luis de Góngora llevaba por título “Ensíllenme el asno rucio” y contenía los siguientes versos:

Acuérdate de mis ojos,

que están, cuando estoy ausente,

encima de la nariz

y debajo de la frente.

Lope de Vega también parodió algunas composiciones de Góngora, como “A vos digo, señor Tajo”, aunque algunos críticos creen que dicho poema habría sido escrito por Quevedo. De hecho, Lope, Góngora y Quevedo coincidirían en numerosos círculos y este último, aunque mucho más joven que Lope y Góngora, saldría en defensa del dramaturgo en varias ocasiones.

Ataques contra Lope

Aunque en la juventud los ataques entre Lope y Góngora se siguieron sucediendo (en realidad, todos los poetas se atacaron entre ellos, y las mujeres escritoras del Barroco también formaron parte de la polémica), fue a partir de 1598 cuando tuvo lugar un importante conflicto entre Góngora y Lope.

En 1598 murió el rey Felipe II. Como consecuencia, los teatros fueron clausurados y el dramaturgo más famoso del momento se encomendó a otra tarea: la de cultivar una poesía más seria, más elevada, más elitista. Jesús Ponce, en el prólogo a la Fábula de Polifemo y Galatea de la editoria Cátedra, recuerda que Lope cultivó en diez años cuatro modalidades del poema heroico: La Dragontea (1598), Isidro (1599), La hermosura de Angélica (1602) y Jerusalén conquistada (1609):

Con estos cuatro poemas el afamado dramaturgo se erigía ante la opinión pública en el verdadero centro, en la mayor autoridad de la épica hispánica.

Jesús Ponce

Por si ello fuera poco, al mismo tiempo Lope de Vega escribía obras como La Arcadia (1598) o El peregrino en su patria (1604), así como composiciones poéticas diversas.

Esta capacidad creativa de Lope (se le atribuyen en torno a 1.500 obras) dejaba perplejos a sus amigos, pero sobre todo a sus enemigos. El mismo Góngora admiraba esta virtud de Lope (máxime cuando Góngora era especialmente meticuloso con su poesía, revisando una y otra vez sus textos sin terminarlos), pero consideraba que el resultado no era bueno (“Potro es gallardo, pero va sin freno”, escribiría sobre Lope).

No obstante, si bien hasta 1598 Góngora se había mofado de su enemigo, es probable que tras la publicación de estas obras el cordobés considerase que había infravalorado a su enemigo. Comenzó entonces una campaña de descrédito y ataque, siendo Lope la diana perfecta para las maldades y frustraciones del escritor. Por ejemplo, el año en el que publicó La Arcadia (1598), Lope de Vega acababa de contraer matrimonio con Juana de Guardo, su segunda mujer e hija de un carnicero. En la portada de dicha obra el madrileño incluyó 19 torres de blasón de Bernardo del Carpio, el personaje de la Edad Media. El dramaturgo aseguraba descender de Carpio y pertenecer, por lo tanto, a una alta estirpe. Por supuesto, este frontispicio causó revuelo en la corte y Góngora, hijo de la nobleza y bastante conservador (aunque no tanto como Quevedo), dirigió todo su arsenal hacia el dramaturgo:

Por tu vida, Lopillo, que me borres

las diez y nueve torres del escudo,

porque, aunque todas son de viento, dudo

que tengas viento para tantas torres

En el mismo soneto, el defensor de la poesía elitista recordaba a Lope su pertenencia al estamento llano, ya que su suegro era, al fin y al cabo, un “simple” carnicero:

No fabriques más torres sobre arena,

si no es que ya, segunda vez casado,

nos quiere hacer torres los torreznos.

Esta no fue la única vez que Góngora ridiculizó a Lope, quien, todo sea dicho, también intentó acometer contra el cordobés. Pese a ello, los especialistas en la disputa de Góngora y Lope coinciden al señalar que, si bien Lope trató de encajar los golpes y contratacar, el madrileño nunca igualó a su rival en maldad. Tal es así que el cordobés, no satisfecho con lanzar toda su artillería contra Lope, también arremetió contra sus defensores, es decir, “el vulgo”:

Patos de la aguachirle castellana,
que de su rudo origen fácil riega
y tal vez dulce inunda nuestra Vega,
con razón Vega por lo siempre llana.

Quizás por esta razón uno de los admiradores de Lope, Francisco de Quevedo, salió en defensa del dramaturgo en alguna ocasión. Por ejemplo, Quevedo llamaría a Góngora “Gongorilla”, al igual que Góngora se referiría a Lope como “Lopillo” (ni que decir tiene que el uso del diminutivo pretende, entre otras, ridiculizar y generar condescendencia en el lector). Y es que Góngora encontró un buen adversario en Quevedo, un joven que no solo igualaba, sino que incluso superaba en crueldad al cordobés.

Luis de Góngora y sus obras: el revuelo de la corte

Entre 1612 y 1613 la corte de Madrid será el escenario de un enorme revuelo. La causa no fue otra que la publicación de las Soledades y la Fábula de Polifemo y Galateade Luis de Góngora. A los detractores de estas obras, sumamente complejas y ejemplos del “lenguaje poético” que el cordobés trataba de concebir, se unió la acertada o desacertada (según se mire) intromisión de Almansa y Mendoza. Pero vayamos por partes.

Tras la publicación de Jerusalén conquistada de Lope (1609), Luis de Góngora se despojó, al fin, de sus cometidos y obligaciones como persona perteneciente a la Iglesia. A partir de ese momento el poeta regresó a Córdoba y decidió finiquitar las mencionadas obras. Una vez concluidas, Góngora envió los documentos a unos amigos de confianza cuyo criterio valoraba: Pedro de Valencia y Francisco Fernández de Córdoba, más conocido como el abad de Rute.

Entre 1612 y 1613 remitió sus obras a Madrid y se las confió a Almansa y Mendoza, cronista de la Corte. Desde un primer momento Mendoza se mostró anonadado ante los poemas de Luis de Góngora e hizo circular las obras por Madrid (recordemos que las obras de Góngora circulaban de manera manuscrita). Junto a las obras del cordobés, Almansa y Mendoza incluyó otro texto titulado Advertencias para inteligencia de las Soledades. En este documento, que hoy en día podríamos entender como “prólogo”, Mendoza alababa la poesía de Góngora, lanzaba un par de dardos contra Lope (“los que tiran la piedra y esconden la mano”) y mencionaba una serie de nombres; estos nombres aludían a los pocos afortunados que iban a comprender la obra del poeta andaluz. En el listado no fueron incluidos ni Quevedo ni Lope ni Jáuregui.

El intercambio de cartas

Para muchos especialistas, gran parte de la polémica gongorina se justifica por la intromisión de Mendoza y sus Advertencias. Sin embargo, otros consideran que la obra del cordobés iba a causar tal revuelo con Mendoza incluido o sin él. En cualquier caso, las Soledades y la Fábula de Polifemo y Galatea recibieron halagos e insultos a partes iguales. De entre ellos, Lope de Vega estuvo inmerso, si no directamente, al menos de manera indirecta.

Así, el 13 de septiembre de 1615 Góngora recibía una carta anónima titulada “Carta de un amigo de D. Luis de Góngora, que le escribió acerca de sus Soledades”. La mayoría de la crítica coincide al señalar que esa firma anónima correspondería a Lope o a una persona cercana a Lope. La carta contenía la siguiente información:

Vn quaderno de versos desiguales y consonancias erráticas se ha aparecido en esta corte con nombre de Soledades, compuestas por vuesa merced, y Andrés de Mendoza se ha señalado en esparcir copias dél (…) Haga vuesa merced lo possible por recoxer estos papeles, como lo van haziendo sus aficionados tanto por remendar la opinión de vuesa merced como compadecidos del juicio de Mendoca.

Muchos de los ataques contra Góngora acabaron apuntando a Mendoza. Para Osuna Cabezas, estos insultos tienen una justificación, pues “Góngora les resultaría una diana más difícil, pero Almansa era un blanco perfecto”.

Góngora respondió con una carta en la que, entre otras, instigaba al amigo invisible a dar la cara. Al mismo tiempo, el cordobés escribió poemas para defenderse, en los cuales se mostraba orgulloso de su supuesta oscuridad, pues el hecho de que no le entendieran aquellos que considera, simple y llanamente, imbéciles era, a sus ojos, un honor:

Por la estafeta he sabido

Que me han apologizado:

y a fe de poeta honrado,

ya que no bien entendido,

que estoy muy agradecido

de su ignorancia tan crasa,

que aun el sombrero le pasa;

pues imputa oscuridad

a una opaca Soledad

quien luz no enciende en su casa.

En enero de 1616 Góngora recibió una nueva carta, “Respuesta a las cartas de don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas”. En esta misiva, más violenta y escrita una vez más por una persona anónima (amigo del amigo primero), el “admirador de Góngora” atacaba a Antonio de las Infantas, quien había salido en defensa de Góngora y Mendoza al ser estos atacados por alguien que “no osa firmar lo que da”.

En principio, Góngora habría respondido a esta segunda carta, aunque dicha misiva no ha llegado hasta la actualidad. Al parecer, el contenido de este documento habría sido violento y respondido, una vez más, por el círculo de Lope con la “Carta que se escribió echadiza a don Luis de Góngora”  que, por supuesto, no contiene firma.

Juan de Jáuregui y su Antídoto

Que sepamos, Góngora no respondió a esta última misiva. Entre otras razones, el frente que Góngora tenía con Lope de Vega y con la escuela de Toledo (poetas y escritores admiradores de Lope) no era el único. Mientras el círculo más cercano a Lope de Vega o poetas de renombre como Quevedo atacaban las obras “oscuras” del cordobés, Juan de Jáuregui no solo lanzaba poemas o cartas anónimas, sino que escribía toda una obra, Antídoto contra la pestilente poesía de las “Soledades”, aplicado a su autor para defenderse de sí mismo, de Juan de Jáuregui, en la que analizaba la poética gongorina e intentaba echarla por tierra.

Trataré la obra de Jáuregui en otro momento. Por ahora baste decir que este poeta también fue atacado por los admiradores de Góngora, entre otros el abad de Rute, quien respondió a este ensayo con su Examen al Antídoto,en el que revisaba, al igual que Jáuregui había hecho con Góngora, punto por punto la obra en cuestión.

En cualquier caso, Góngora y Lope diferían en un punto esencial de la literatura: en la propia utilidad de la misma. Si para Lope de Vega la cultura debía acercarse al pueblo, Góngora consideraba que el pueblo debía, si era digno de ello, acercarse a la cultura. Como es lógico pensar, la polémica estaba servida.

Bibliografía

  • Menéndez Peláez et al. (2005). Historia de la literatura española. Renacimiento y Barroco. Editorial Everest.
  • Orozco, Emilio (1966). “Lope ataca las Soledades”, en Revista de Filología Española.
  • Osuna Cabezas, Mª José (2005). “El papel de Andrés de Almansa y Mendoza en la polémica gongorina”. Cervantes virtual: https://cvc.cervantes.es/literatura/aiso/pdf/07/aiso_7_070.pdf
  • Pedraza Jiménez, F.B. & Rodríguez Cáceres, M. (1990). Manual de literatura española, t III, Barroco Int, prosa y poesía. Pamplona: Cénlit.
  • Ponce Cárdenas, Jesús (2015). Introducción a Fábula de Polifemo y Galatea. Madrid: Cátedra.
  • Profeti, M. G. (Ed) (2000). Otro Lope no ha de haber. Vol 3. Alinea editrice.
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