24 Nov ¿Qué quiere decir Joan Didion cuando escribe?
Todo seguidor del nuevo periodismo ha escuchado hablar de Joan Didion. Las frases de Joan Didion copan lugares estratégicos en redes sociales y tesis doctorales sobre el periodismo de los años 60 y 70. Las obras escritas por Joan Didion, como Su último deseo o Según venga el juego, son bestsellers en numerosos países, especialmente en Estados Unidos. Quizás por ello Joan Didion ha recibido premios prestigiosos, siendo el más importante hasta la fecha el Premio Nacional de No Ficción del año 2005 por su obra El año del pensamiento mágico.
Recientemente se ha publicado en España su última obra traducida, Lo que quiero decir, una recopilación de artículos escritos en diferentes fechas con los que Didion da muestra, una vez más, de su curiosa visión del mundo. Sin embargo, pese a la variedad de temas que la escritora toca en estos artículos, los aspectos más interesantes son los que afectan a su yo más interno y frágil: su faceta como escritora.
Lo que Joan Didion quiere decir
Lo que quiero decir, publicado en versión original como Let me tell you what I mean (“Déjame decirte lo que quiero decir”), es una selección de doce artículos escritos en diversas épocas de la vida de Joan Didion. Como siempre en la escritura de Didion, a través de ellos la periodista intenta comprender una realidad circundante que, pese a su aparente simplicidad, esconde una retahíla de razones, relaciones y causas y consecuencias que la justifican y posibilitan.
En sus artículos Didion toca puntos tan diversos como su incapacidad para leer una prensa cada vez más alejada de la realidad americana, una sociedad en la que las expectativas paternas acaban por dilapidar la incipiente personalidad de los jóvenes o el revuelo y fenómeno de fan causado por la figura de Martha Steward.
Por ejemplo, en “Alicia y la prensa alternativa”, Didion confiesa sentirse decepcionada con la prensa prestigiosa del país, como el New York Times o Los Angeles Times, periódicos que hace tiempo dejaron de prestar atención a la realidad americana. Por el contrario, Didion siente fascinación por los tabloides o la prensa local, y más concretamente por las cartas que los lectores, personas ajenas a la maraña de conspiraciones que enturbian el mundo periodístico, envían altruistamente a la prensa:
Hemos llegado a esperar que los periódicos reflejen la ética oficial, que cumplan con su “responsabilidad”. Los periodistas más admirados ya no son adversarios políticos sino gente de fiar, partícipes (…) Alicia no está cargada de responsabilidades. Alicia nunca va a Le Club. Seguramente Alicia no sabe nada de nada de lo que pasa fuera de Ann Arbor. Pero me cuenta todo lo que sabe de allí.
Para Didion, uno debe escribir de lo que conoce o, por el contrario, aquello que intenta conocer con su escritura, pero nunca sobre lo que no conoce o no despierta interés alguno en el escritor. Y es que, si el escritor no quiere escribir sobre algo, ¿por qué el lector querrá invertir su tiempo y leer sobre ello?
Por qué leer a Joan Didion
Aunque Didion fue, durante los años sesenta y setenta, una periodista más dentro de un panorama heterogéneo, sus obras rápidamente resaltaron sobre el resto de sus coetáneos, consagrando a la americana como una de las voces más interesantes de su generación. Pero ¿a qué se debió este éxito?, ¿qué tiene Didion que no tengan otros periodistas?
Cualquiera que haya leído a Didion con detenimiento habrá percibido la originalidad de su escritura. Aunque la realidad que rodea a la escritora es la misma, la periodista percibía destellos de aquello que dicha realidad escondía, aquello que, aunque estuviera ahí, nadie parecía observar ni comprender. Por ejemplo, en un artículo incluido en Lo que quiero decir publicado con el título de “Viaje a Xanadú”, Didion recuerda una visita que realizó junto a su sobrina al San Simeón, una enorme construcción edificada por orden de William Randolph Hearst en California. Según nos cuenta la escritora, ese castillo levantó su admiración durante su infancia. Sin embargo, al visitarlo en la edad adulta su impresión es diferente. Entonces, al mirar a su sobrina comprende la razón de su decepción: “Pon un lugar al alcance de las miradas, y en ciertos sentidos ya no estará al alcance de la imaginación”.
La norteamericana, a diferencia de los escritores que escribían parrafadas y querían alargar sus textos para hacer alarde de su manejo lingüístico, condensaba el contenido en el menor número de caracteres posibles. Esta concentración de información está presente desde la germinación de la propia escritura. Por ejemplo, en sus viajes como reportera tomaba notas sobre datos curiosos que le llamaban la atención. El resultado es una obra como Sur y Oeste, donde Joan Didion incluye notas como las siguientes:
Aquellas mujeres parecían contemplar todas estas elegantes inquietudes con un espíritu al mismo tiempo entregado y meramente tolerante, como si vivieran sus vidas a varios niveles bastantes contradictorios entre sí.
Estas notas, estos destellos de luz en mitad de la sombra, son el germen de la escritura y, al mismo tiempo, la columna vertebral del texto. En sus artículos, recopilados en español en Los que sueñan el sueño del dorado y Lo que quiero decir, queda latente esta necesidad de contar tan solo lo fundamental, lo importante, lo necesario.
En sus obras de ficción, Según venga el juego, Río revuelto o Una liturgia común, Joan Didion desarrolla diferentes argumentos, pero siempre centrándose en lo esencial, en lo que se percibe con los ojos y que esconde algo en lo que el lector puede ahondar por sí mismo. Por ejemplo, Según venga el juego, la obra de ficción más conocida de Didion, es una obra muy breve y, al mismo tiempo, compleja. En el artículo “Por qué escribo”, Didion explica el porqué concibió la novela de ese modo:
Solo tenía dos imágenes en mente (…) y una intención técnica, que era escribir una novela tan elíptica y rápida que se terminara antes de que te dieras cuenta, una novela tan rápida que apenas tuviera existencia sobre la página.
“Una novela tan rápida que apenas tuviera existencia sobre la página”, escribe Didion, lo que significa, en realidad, una novela en la que el lector apenas comprende lo que ocurre, porque todo ocurre fuera de la página, ajeno a la escritura, sin narradores que lo comprueben. En contraposición, el texto posee las pistas fundamentales, lo sustancial y relevante. Así, como si de un árbol se tratase, todas las ramas que estorban y que, pese a la belleza del follaje, no dan fruto, deben ser podadas y eliminadas.
Pese a ello, las dos obras más famosas de Didion, aquellas que han recibido la ovación del público y galardones literarios, son El año del pensamiento mágico y Noches azules. Los dos textos fueron concebidos en momentos fundamentales de la vida de la escritora: la primera, con la muerte de su marido; la segunda, con el fallecimiento de su hija. Son, por lo tanto, consecuencia de la pérdida y herramienta para el duelo. En ellos, a diferencia de lo que ocurre con las obras de ficción, nada se poda o se elimina, pues todas las ramas se alimentan, en última instancia, de los mismos recuerdos.
No Comments